sábado, 28 de abril de 2007

No puedo dejar pasar abril sin, al menos, una entrada.


Ya me gustaría a mi salir del desapego, pero debo tener el síndrome de Diógenes.
Ayer encontré por fin el libro que no sabía si había encuadernado o no. Recordaba vagamente, brumosamente, haber utilizado el compás para dividir el lomo con los cuatro nervios que dejasen sus cinco correspondientes tejuelos.
Había pensado escribir en esta nota sobre la pérdida de mis apuntes de encuadernación, pero voy a colocar una foto del libro a medio encuadernar que encontré tras mucho tiempo sin saber si lo había olvidado en el taller de encuadernación o lo había soñado. Y no voy a corregir este texto. Seguro que tiene sus fallos, pero errare humanum est.