domingo, 20 de enero de 2008

De crisoles y crisolines





Ayer me compré la primera entrega de la colección Crisol XXI.

El Capitán Alatriste en oro. Nunca había visto ningún libro de Crisol en oro. Sólo en plata.

Dice la editorial que en 1946 inició Aguilar esta colección Crisol y que los libros terminaron llamándose popularmente crisolines.

He reunido todos los que tengo, que no son muchos, pero sí antiguos y observo que los volúmenes de mayor tamaño llevan un orden desordenado: De 1955 tengo el nº 392, de 1957, el nº 42 (dos obras de Concha Espina), de 1958, el nº 1 (A. Maurois – DISRAELI), de 1961, el nº 355, de 1962, el nº 84… Y así.

En cambio, los volúmenes pequeños, sí llevan un orden. Son números extras y pueden coincidir con la Feria del Libro de Madrid o con Navidad o con lo que sea.

El número 58, de 1995, titulado Fronteras, corresponde a la obra de José Luis Sampedro “Desde la frontera”, lleva en la parte del © el título “Colección Crisol, Serie Especial” y en la “Nota del Editor” se dice: «José Luis Sampedro narra en esta edición exclusiva del CRISOLÍN…» (Las mayúsculas de crisolín son del editor).

Este libro es el primero que he visto de la colección que va pespunteado (lo que lo embellece más que el resto) y aunque las hojas no son de papel Biblia como los más antiguos, tampoco tienen el grosor de los de la colección que ahora sacan al mercado como coleccionable. Así, el grosor del volúmen de Pérez Reverte resulta desproporcionado.

Además, observo que el grosor de la piel es mucho mayor que el de cualquier otro libro de la colección.

En fin, que me da la impresión de que lo que “popularmente”, como dice la propaganda de la editorial, se han llamado crisolines no son los libros de la colección Crisol, sino sólo los más pequeños.